Si por ejemplo, necesitamos alimentarnos y deseamos elaborar nosotros mismos nuestra comida, las imágenes que accederán a nuestra mente estarán en relación al tipo de alimento y a la tecnología disponible en ese momento que, por cierto, diferirá en forma sustancial de las imágenes que podían formarse en la mente de una persona en la Época Medieval o en cualquier otra época. No obstante, en contraposición a estas imágenes se detecta la existencia de otras, permanentes, que son independientes de la época o el momento: por ejemplo el hambre.
El hambre aquí aparece como muy primitivo y anterior al hecho de cómo preparar la comida: y esto indica que su origen es muy antiguo en lo que hace a la evolución del hombre. El hambre se instala como necesidad una vez que el cuerpo físico ha tomado la norma que hoy conocemos. Pero esta estructura que nos parece tan natural de nuestro cuerpo actual responde al desarrollo de un arquetipo que se ha venido produciendo a lo largo de la Antropo-genesis que señala diferentes etapas que van desde la Uraniana, Hiperbórea, Lemuriana, Atlante, hasta llegar a la Aria en la que nos encontramos.
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Pero, si se ha ido transformando en las distintas etapas de la historia, nuestra forma de satisfacer el apetito, también se ha operado una transformación en lo que hace a nuestra forma de satisfacer la necesidad de conectamos con lo Divino. Y esto explica cómo han ido variando las imágenes que aplicamos a nuestros ceremoniales y ritos religiosos.
F.sa variación indica que los arquetipos han ido pasando de un orden implicado a otro manifiesto, desplegándose, y en ese abrirse, van surgiendo las vertientes de nuevas potencialidades que son puestas en marcha, primero por almas más adelantadas, y luego por la totalidad del género humano.
A través del tiempo, entonces, nuestra mente muestra una notable flexibilidad, en cuanto a su capacidad para ir moldeando nuevas imágenes en base a otras ya existentes, aunque la motivación básica, esencial, siga siendo la misma. En el primer ejemplo podemos decir que la necesidad de satisfacer nuestro apetito es natural, casi lógica, considerando la estructura de nuestro organismo: se origina en él, nace con él, y está indisolublemente ligada a la posibilidad de supervivencia. En cambio, en el segundo ejemplo, más que necesidad, hablamos de un anhelo, algo que brota de lo más íntimo de la esencia del ser, que trasciende sus límites biológicos y, seguramente, podríamos afirmar, es independiente de la existencia de un cuerpo físico.
No obstante, ambas, buscan su forma de expresión a través de la mente racional y se traducen en imágenes que pueden variar en cuanto a su contenido, forma o motivos, pero que permanecen inalterables respecto de sus motivaciones fundamentales. Por eso se habla de Imágenes Primordiales.
Ahora bien, ¿cómo es posible y por qué estas estructuras arquetípicas pueden considerarse como algo a priorí ¿Qué sentido tienen, dónde se originan?
Para profundizar en su estudio, partamos del simbolismo contenido en el Génesis. Este recurso es válido, ya que los antiguos Textos Sagrados narran, aunque en forma simbólica, largos períodos relativos a nuestro origen y desenvolvimiento. La concepción materialista del Universo, unida al enfoque positivista de la Ciencia, hicieron que nuestra actitud hacia dichos textos, fuera la de considerarlos como el producto de un pensamiento primitivo, casi fantasioso y sin más valor que el que le otorga la Fe.
Sin embargo, actualmente prestigiosos científicos de vanguardia han necesitado recurrir a la antigua Enseñanza de la India para encontrar respuesta a los interrogantes que se plantean en sus laboratorios. Y, asombrados, han comenzado a descubrir notables «coincidencias» entre sus conclusiones científicas, y las afirmaciones contenidas en ese Tesoro Espiritual.